sábado, 5 de noviembre de 2016

De tu frase motivacional.

Quien siembra alegría recoge tempestades cuando amanece más tarde y cuchara de palo. Soy la frase motivacional que compartes en Facebook, ese texto moralista y esperanzador escrito por William Shakespeare o Paulo Coelho, que en realidad salió de la mano de “la Vane”, una mañana volviendo del after, triste por su ruptura con su Jacinto Benavente personal. Estoy aquí para hacer una confesión que, aunque no te lo creas, me está matando por dentro. 

Mi principal cometido siempre ha sido animar a todo aquel que me lea, haceros la vida más fácil gracias a mi filosofía de todo a cien, pero creo que estoy perdiendo facultades. No me malinterpretéis, sé que como toda moda tendré mis altos y bajos, mis momentos mágicos en los que un amén te curara el cáncer de próstata, pero estoy perdiendo el norte porque no sabes nada Juan de las Nieves. 

Cuando comencé esta andadura con vosotros, mis fieles seguidores, una frase mía era capaz de enderezar una vida o redimir a los herejes que usan Explorer como navegador principal. Ahora siento como vais perdiendo la fe poco a poco, con cada Like a Sir que no comprendéis muere un gatito y Yao Ming deja de reírse, los rusos no bailan alegremente en las discotecas y respetan las normas de tráfico a la vez que la señora que se teleporta de Benalmádena a Torremolinos ahora se queda en Hueling porque le pilla más cerquita. Volved a depositar vuestra confianza en Edu, que os llamara para felicitaros la navidad de nuevo, en el chico invitado a la fieshta de Rajoy, en Paulo Coelho y su filosofía de carnicería y en todas mis ideas graciosas que, reconócelo, no se te habrían ocurrido a ti en la vida, pues tu existencia es vana a la par que vacía. 

Debes gran parte de tu cultura a mis contribuciones, pues nunca habrías adivinado que Shakespeare escribía también cosas como salidas de la mente de una pubertosa con el periodo, que la meditación es inútil sin un buen texto escrito por un maestro zen de gimnasio de barrio, así que vuelve al redil, sigue conmigo como tanto tiempo has hecho, limita tu vista solo al frente, como los caballos, para poder ver lo que pongo delante de ti y puedas creerme a pies juntillas y disfruta conmigo, pues soy el saber más extendido, ese que todo el mundo conoce y valora. ¡Ah! Y no te olvides de pasarme rápido, para que muchos más compartan contigo el obcequismo, que hay sitio para todos.

martes, 27 de septiembre de 2016

Escribiendo.

Te despiertas temprano y piensas “Hoy voy a escribir”. Y desayunas pensado en el debate presidencial, en como le cambia la vida una noticia a alguien, en como cada uno tiene su propia realidad con sus problemas. Enciendes el ordenador y revisas el correo, miras las noticias y las publicaciones que sigues normalmente sin comprobar cambios aparentes. Arrancas el editor de textos y te pones a escribir. Y ya hemos llegado a este punto de mi realidad.

 Estoy escribiendo algo sobre escribir, sin tener un tema fijo en mente ni un objetivo concreto, solo escribir. Y aunque pueda parecer una perdida de tiempo, para mi es al contrario. Tiene algo de magia el plasmar pensamientos e ideas en un trozo de papel, o en este caso, una pantalla de ordenador, y que otras personas puedan acceder a el y saber que se te pasa por la cabeza. Y ya digo que a veces no es necesario un tema concreto, solo escribir. Teclear. Compensar la poca labia verbal con una verborrea textual desbordante. Sin guion, nada que contar, solo escribir por hacerlo, una jam session de adjetivos y verbos que se pelean por sobresalir.

Yo sigo sin saber que escribir, sin encontrar creatividad para inventar, desesperado con la imposibilidad de poder narrar algo que salga de mi cabeza sin verse influenciado, ajeno a la creatividad. Pero aquí estoy, escribiendo. Supongo que también tiene un valor terapéutico para mí el soltar cualquier cosa que me asalte al intelecto, ese fluir del texto que surca mis dedos y erosiona este folio figurado me relaja. Igual debería hacer como Coleridge y autoinducirme sueños opiáceos en pos de la creatividad, o como Wordsworth y aventurarme en la naturaleza en busca de la inspiración, pero dudo que esos acercamientos puedan activar mi musa.

Porque cada vez tengo más claro que siempre hay una musa, ya sea una persona, una idea o una cosa. Es algo que existe de una manera intangible pero perceptible, la notas en muchos lugares, escondida y destacando, en una sonrisa y lagrimas de alegría, en un mal momento, en un levantarse y continuar, en muchas cosas imperceptibles para el resto. Yo veo a la musa en esas cosas y aquí estoy, escribiendo sin un tema concreto, sintiéndome poderoso por el mero hecho de poder expresar lo que quiero, dejar fluir el texto fuera de mi persona como si de un tajo en la yugular se tratara, a borbotones. Y puede que no importe, que no tenga relevancia y sean lineas carentes de sentido, inútiles e insulsas, pero no por ello voy a dejar de hacerlo. Y aquí sigo, escribiendo.

lunes, 8 de agosto de 2016

Switch.

A eso de las 4 de la mañana me encuentro en un estado cercano al sueño pero diferente, en el que mi mente aún se debate entre aprovechar el momento o descansar, cuando siento un toque en el hombro. Abro los ojos de par en par, la miro y como poseído por un espíritu ancestral de la fertilidad, me lanzo sobre sus labios. Ella no se lo espera, pero gime de placer al sentir el impulso de mi pasión, en un claro duelo contra el cansancio. Agarro su cadera para ponerla sobre mí y presenciar su figura mientras frota su sexo contra el mío, disfrutando de ese lánguido placer que proporciona el cansancio mezclado con la lujuria. Al cabo de unos momentos desfallecemos, nuestros cuerpos se rinden ante la noche, y como si se tratara de un sueño, ambos nos sumergimos en el sopor con una sonrisa en el rostro. Separados por el calor pero nunca del todo, buscando siempre un mínimo contacto entre ambos, algo que nos sirva de ancla en nuestras oníricas aventuras.

Al llegar las 7 suena el despertador. Solo me acompaña su olor. Me levanto aún entumecido por el sueño y me dirijo al baño. Nos cruzamos en el pasillo en silencio. Antes de llegar a la cocina oigo la puerta al cerrarse con un sonoro portazo. En la cocina encuentro el desayuno junto a la lista diaria.
Llego a la oficina y todo va sobre ruedas. El equipo de marketing ha ideado una nueva variante del último spot televisivo que pinta genial. Desde la central de Madrid me comunican que la firma se encuentra en una situación inmejorable y se nota en nuestros ingresos. Varios de mis empleados me felicitan por los resultados de la anterior campaña. Yo solo pienso en llegar a casa.

Las 6 de la tarde es una buena hora para volver aún teniendo varios papeles que revisar. Ya habrá tiempo mañana. Recojo las cosas y pongo rumbo al supermercado. Reviso la lista y omito tres cosas intencionadamente. No tardo mucho en regresar a casa. La encuentro sentada en la cocina leyendo junto a su té de media tarde. -¿Has comprado todo lo que te dije? Creo que está todo, respondo yo.
Tras un breve vistazo advierte lo que falta y solo con una mirada se basta para hacérmelo sentir. -Eres un inútil. No vales para nada... Lo siento, respondo cabizbajo. No sé cómo ha podido pasar. -Debería dejarte, mandarte a la mierda, no sabes lo que significa ser responsable, solo te pido una cosa y ni siquiera eso puedes hacer bien... Me das pena, no sabes cómo me arrepiento a diario de estar contigo. Lo único por lo que estoy contigo es por tu polla y lo sabes. Desaparece de mi vista, haz lo que tienes que hacer.

Limpio el baño y la terraza, riego las plantas y ordeno un poco el salón. Ella mientras hace la cena. Pollo al ajillo con patatas. Mi preferida. En la cena charlamos sobre como la empresa crece y de su prima Inés, que acaba de tener su tercer hijo. Al recoger los platos tiro un vaso lleno de vino con el codo. Me mira con desprecio mientras recojo los cristales y seco el suelo de rodillas con varios pañuelos desechables. Tras fregar los platos y recoger la mesa veo que se acerca a mí y me cruza la cara con varios bofetones. Yo miro hacia el suelo mientras resisto el ansia de agarrarla de la cara y morderle la boca. Acto seguido me agarra del cinturón y me lleva al dormitorio, donde me coloca unas esposas y comienza a rozar todo mi cuerpo con sus dedos. No puedo resistirlo más y forcejeo contra unas irrompibles ataduras. -Hoy has sido malo y este es tu castigo. Al apagar la luz veo sus ojos mirándome con una intensidad y deseo tan solo comparables a eventos de magnitud cósmica.

Despierto a las 4 de la mañana. Al notar mi devuelta libertad vuelvo a la cama junto a ella. La beso sin importarme lo dormida que se encuentre, recibiendo un gemido de vuelta y un buenas noches. Son las 7 de la mañana y al abrir los ojos veo como sigue dormida en su mitad mientras me toca con un pie. Me levanto y hago el desayuno mientras escribo sus deberes para hoy. Al cruzarnos por el pasillo la miro de soslayo, haciendo que se aparte de mi camino en silencio y mire al suelo solo con mi mirada. -Te he dejado una lista de cosas que debes hacer. No sé si debería confiar en ti, pero siempre has sido una pequeña obediente, o sea que espero que todo esté acabado para cuando vuelva del trabajo. Tras cerrar la puerta de casa, una sonrisa me ilumina el rostro.

martes, 12 de enero de 2016

A pale blue dot.

Y otro año que se nos va. Un suspiro, un tiempo que cuando no llegábamos al metro veinte de altura nos parecía una eternidad y ahora nos resulta efímero. Corto, menor que lo que tardan las vitaminas en huir del zumo recién exprimido. Atrás quedaron los propósitos de mejora, los nunca más volveré a tropezar ahí, los si lo hubiera sabido... Todo un año reducido a eso, recuerdos e intenciones que se nos quedan grabados dentro queramos o no. Al fin y al cabo es en lo que todos nos convertiremos en algún momento, en recuerdos, ya sean buenos o malos, para otras personas. A largo plazo no somos más que estelas, la cola de una estrella que pasa por la vida de otra persona, siendo de mayor o menor importancia, que deja su impronta en la memoria. O no, porque la memoria es un ser cambiante, que fluye a su propio ritmo y que recoge lo que le conviene sin tu tener nada que hacer al respecto. Horas y horas de conversaciones perdidas solo porque tu selectiva y caprichosa mente prefiere almacenar detalles como que el agua de Maskon vale más barata que la de Mercadona.

Muchas veces pienso en lo diminuto que soy, que somos, como especie, como ser... Humanos. Suena como si lo dijera alguien de fuera, aunque puede que no haya nadie. Una especie animal que domina un planeta poblado por otras especies, que por haber evolucionado de otro modo, ya son inferiores. Hemos sido los ganadores de una lotería evolutiva tan compleja que nos abruma, haciendo que la mitad de nuestra especie crea que todo esto es producto de una poderosa magia relacionada con dioses vengativos. Hay de todo, como en botica. Y no percibimos el contexto en el que vivimos. Existimos en un diminuto planeta, que por una minúscula casualidad está situado donde esta, con una rotación en su propio eje y alrededor de una estrella a una velocidad exacta. Pensad un momento en ello. Si por cualquier cosa, nuestro planeta “querido” hubiera estado en otro punto del sistema solar, en cualquier otro punto, no existiríamos. No habría vida. Somos lo que se llama una improbabilidad, algo que no debía ocurrir, pero que gracias a una numerosa serie de casualidades, es posible. Ínfimos, minúsculos, diminutos.

Y aún así, como raza y como entes únicos, marcamos algo en la existencia de alguien, de un modo u otro, para bien o para mal. Posiblemente seamos un virus, un cáncer para el planeta, devorándolo desde dentro, pero algo hemos hecho bien. Hemos creado. Y esas creaciones, en sus muchas formas y colores, nos ayudan a recordar a muchos que por lo efímero de nuestra existencia, ya no nos acompañan. La música, la literatura, el arte, lo que nos mueve y nos emociona. Gente que deja huella en un universo infinito en el que ocupamos un pequeño punto azul pálido. Esa gente que merece ser recordada, que dejaron parte de ellos en nuestras vidas, que compartieron con nosotros, directa o indirectamente una parte de su ser, son las que realmente nos dan importancia como especie. Sin ellos no seriamos lo que somos. Sentid, cread, vivid, sed fieles a vosotros mismos y dejad algo bueno para recordar, aunque yo no sea nadie para decirlo. A fin de cuentas no somos más que eso, un pálido puntito azul perdido en el universo. Un abrazo.