lunes, 8 de agosto de 2016

Switch.

A eso de las 4 de la mañana me encuentro en un estado cercano al sueño pero diferente, en el que mi mente aún se debate entre aprovechar el momento o descansar, cuando siento un toque en el hombro. Abro los ojos de par en par, la miro y como poseído por un espíritu ancestral de la fertilidad, me lanzo sobre sus labios. Ella no se lo espera, pero gime de placer al sentir el impulso de mi pasión, en un claro duelo contra el cansancio. Agarro su cadera para ponerla sobre mí y presenciar su figura mientras frota su sexo contra el mío, disfrutando de ese lánguido placer que proporciona el cansancio mezclado con la lujuria. Al cabo de unos momentos desfallecemos, nuestros cuerpos se rinden ante la noche, y como si se tratara de un sueño, ambos nos sumergimos en el sopor con una sonrisa en el rostro. Separados por el calor pero nunca del todo, buscando siempre un mínimo contacto entre ambos, algo que nos sirva de ancla en nuestras oníricas aventuras.

Al llegar las 7 suena el despertador. Solo me acompaña su olor. Me levanto aún entumecido por el sueño y me dirijo al baño. Nos cruzamos en el pasillo en silencio. Antes de llegar a la cocina oigo la puerta al cerrarse con un sonoro portazo. En la cocina encuentro el desayuno junto a la lista diaria.
Llego a la oficina y todo va sobre ruedas. El equipo de marketing ha ideado una nueva variante del último spot televisivo que pinta genial. Desde la central de Madrid me comunican que la firma se encuentra en una situación inmejorable y se nota en nuestros ingresos. Varios de mis empleados me felicitan por los resultados de la anterior campaña. Yo solo pienso en llegar a casa.

Las 6 de la tarde es una buena hora para volver aún teniendo varios papeles que revisar. Ya habrá tiempo mañana. Recojo las cosas y pongo rumbo al supermercado. Reviso la lista y omito tres cosas intencionadamente. No tardo mucho en regresar a casa. La encuentro sentada en la cocina leyendo junto a su té de media tarde. -¿Has comprado todo lo que te dije? Creo que está todo, respondo yo.
Tras un breve vistazo advierte lo que falta y solo con una mirada se basta para hacérmelo sentir. -Eres un inútil. No vales para nada... Lo siento, respondo cabizbajo. No sé cómo ha podido pasar. -Debería dejarte, mandarte a la mierda, no sabes lo que significa ser responsable, solo te pido una cosa y ni siquiera eso puedes hacer bien... Me das pena, no sabes cómo me arrepiento a diario de estar contigo. Lo único por lo que estoy contigo es por tu polla y lo sabes. Desaparece de mi vista, haz lo que tienes que hacer.

Limpio el baño y la terraza, riego las plantas y ordeno un poco el salón. Ella mientras hace la cena. Pollo al ajillo con patatas. Mi preferida. En la cena charlamos sobre como la empresa crece y de su prima Inés, que acaba de tener su tercer hijo. Al recoger los platos tiro un vaso lleno de vino con el codo. Me mira con desprecio mientras recojo los cristales y seco el suelo de rodillas con varios pañuelos desechables. Tras fregar los platos y recoger la mesa veo que se acerca a mí y me cruza la cara con varios bofetones. Yo miro hacia el suelo mientras resisto el ansia de agarrarla de la cara y morderle la boca. Acto seguido me agarra del cinturón y me lleva al dormitorio, donde me coloca unas esposas y comienza a rozar todo mi cuerpo con sus dedos. No puedo resistirlo más y forcejeo contra unas irrompibles ataduras. -Hoy has sido malo y este es tu castigo. Al apagar la luz veo sus ojos mirándome con una intensidad y deseo tan solo comparables a eventos de magnitud cósmica.

Despierto a las 4 de la mañana. Al notar mi devuelta libertad vuelvo a la cama junto a ella. La beso sin importarme lo dormida que se encuentre, recibiendo un gemido de vuelta y un buenas noches. Son las 7 de la mañana y al abrir los ojos veo como sigue dormida en su mitad mientras me toca con un pie. Me levanto y hago el desayuno mientras escribo sus deberes para hoy. Al cruzarnos por el pasillo la miro de soslayo, haciendo que se aparte de mi camino en silencio y mire al suelo solo con mi mirada. -Te he dejado una lista de cosas que debes hacer. No sé si debería confiar en ti, pero siempre has sido una pequeña obediente, o sea que espero que todo esté acabado para cuando vuelva del trabajo. Tras cerrar la puerta de casa, una sonrisa me ilumina el rostro.

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