A eso de las 4 de la mañana me
encuentro en un estado cercano al sueño pero diferente, en el que mi
mente aún se debate entre aprovechar el momento o descansar, cuando
siento un toque en el hombro. Abro los ojos de par en par, la miro y
como poseído por un espíritu ancestral de la fertilidad, me lanzo
sobre sus labios. Ella no se lo espera, pero gime de placer al sentir
el impulso de mi pasión, en un claro duelo contra el cansancio.
Agarro su cadera para ponerla sobre mí y presenciar su figura
mientras frota su sexo contra el mío, disfrutando de ese lánguido
placer que proporciona el cansancio mezclado con la lujuria. Al cabo
de unos momentos desfallecemos, nuestros cuerpos se rinden ante la
noche, y como si se tratara de un sueño, ambos nos sumergimos en el
sopor con una sonrisa en el rostro. Separados por el calor pero nunca
del todo, buscando siempre un mínimo contacto entre ambos, algo que
nos sirva de ancla en nuestras oníricas aventuras.
Al llegar las 7 suena el despertador.
Solo me acompaña su olor. Me levanto aún entumecido por el sueño y
me dirijo al baño. Nos cruzamos en el pasillo en silencio. Antes de
llegar a la cocina oigo la puerta al cerrarse con un sonoro portazo.
En la cocina encuentro el desayuno junto a la lista diaria.
Llego a la oficina y todo va sobre
ruedas. El equipo de marketing ha ideado una nueva variante del
último spot televisivo que pinta genial. Desde la central de Madrid
me comunican que la firma se encuentra en una situación inmejorable
y se nota en nuestros ingresos. Varios de mis empleados me felicitan
por los resultados de la anterior campaña. Yo solo pienso en llegar
a casa.
Las 6 de la tarde es una buena hora
para volver aún teniendo varios papeles que revisar. Ya habrá
tiempo mañana. Recojo las cosas y pongo rumbo al supermercado.
Reviso la lista y omito tres cosas intencionadamente. No tardo mucho
en regresar a casa. La encuentro sentada en la cocina leyendo junto a
su té de media tarde. -¿Has comprado todo lo que te dije? Creo que
está todo, respondo yo.
Tras un breve vistazo advierte lo que
falta y solo con una mirada se basta para hacérmelo sentir. -Eres un
inútil. No vales para nada... Lo siento, respondo cabizbajo. No sé
cómo ha podido pasar. -Debería dejarte, mandarte a la mierda, no
sabes lo que significa ser responsable, solo te pido una cosa y ni
siquiera eso puedes hacer bien... Me das pena, no sabes cómo me
arrepiento a diario de estar contigo. Lo único por lo que estoy
contigo es por tu polla y lo sabes. Desaparece de mi vista, haz lo
que tienes que hacer.
Limpio el baño y la terraza, riego las
plantas y ordeno un poco el salón. Ella mientras hace la cena. Pollo
al ajillo con patatas. Mi preferida. En la cena charlamos sobre como
la empresa crece y de su prima Inés, que acaba de tener su tercer
hijo. Al recoger los platos tiro un vaso lleno de vino con el codo.
Me mira con desprecio mientras recojo los cristales y seco el suelo
de rodillas con varios pañuelos desechables. Tras fregar los platos
y recoger la mesa veo que se acerca a mí y me cruza la cara con
varios bofetones. Yo miro hacia el suelo mientras resisto el ansia de
agarrarla de la cara y morderle la boca. Acto seguido me agarra del
cinturón y me lleva al dormitorio, donde me coloca unas esposas y
comienza a rozar todo mi cuerpo con sus dedos. No puedo resistirlo
más y forcejeo contra unas irrompibles ataduras. -Hoy has sido malo
y este es tu castigo. Al apagar la luz veo sus ojos mirándome con
una intensidad y deseo tan solo comparables a eventos de magnitud
cósmica.
Despierto a las 4 de la mañana. Al
notar mi devuelta libertad vuelvo a la cama junto a ella. La beso sin
importarme lo dormida que se encuentre, recibiendo un gemido de
vuelta y un buenas noches. Son las 7 de la mañana y al abrir los
ojos veo como sigue dormida en su mitad mientras me toca con un pie.
Me levanto y hago el desayuno mientras escribo sus deberes para hoy.
Al cruzarnos por el pasillo la miro de soslayo, haciendo que se
aparte de mi camino en silencio y mire al suelo solo con mi mirada.
-Te he dejado una lista de cosas que debes hacer. No sé si debería
confiar en ti, pero siempre has sido una pequeña obediente, o sea
que espero que todo esté acabado para cuando vuelva del trabajo.
Tras cerrar la puerta de casa, una sonrisa me ilumina el rostro.
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