Cuando la policía llegó, encontró
una carta sobre la mesa, a la víctima en el sofá y al gato jugando
con las borlas que colgaban del extremo del abanico que la difunta
sostenía aún. Según estaba, empapada en sudor, parecía a punto de
abanicarse. En la carta, la mujer culpaba al Ayuntamiento de su
muerte por no mitigar aquel verano sofocante que la estaba
desquiciando. Antes de levantar el cadáver, el policía rompió la
carta. En el informe, rellenó la casilla de la causa de la muerte
con un escueto "ola de calor".
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